Muchas gracias por estar con Nosotrxs, esta mañana y a lo largo de este año.
26 de mayo del 2018.
Gracias a Luis Fernando y a los colaboradores más cercanos de este movimiento, por todo el esfuerzo desplegado. Gracias al espléndido grupo de trabajo que nos ha acompañado desde el origen. Gracias a los colegas de la Comisión Ejecutiva, a nuestros representantes estatales, a los fundadores y a quienes se han venido sumando poco a poco. Gracias a quienes han encabezado y encarnado las causas de Nosotrxs. Gracias a todos ustedes, a los que están aquí y a quienes nos siguen desde sus entidades. Gracias a los medios de comunicación que nos han acompañado, literalmente, todos los días.
I.
Les ruego que me permitan aprovechar estos minutos para decirles por qué Nosotrxs es un movimiento –no solo una organización– y por qué está llamado a ser de oposición. Un movimiento social de oposición.
Un movimiento que nació para convocar a una revolución de conciencias, en busca de la defensa colectiva de nuestros derechos.
Un movimiento que quiere hacer pedagogía política y que aspira a dignificar la democracia desde la raíz: desde la concepción misma que le hemos dado a esa palabra.
Somos un movimiento social, porque tenemos un ideal, un ideario y una identidad.
Para Nosotrxs, la igualdad y la honestidad son inseparables: no hay igualdad donde hay corrupción, ni honestidad donde unos cuantos someten a todos los demás. Queremos un país igualitario, por honesto; y honesto, por igualitario.
Creemos que ese ideal de igualdad y honestidad es imposible de alcanzar si no lo perseguimos colectiva y puntualmente, oponiéndonos con valentía y tenacidad a la vulneración sistemática de nuestros derechos.
Creemos que los abusos obedecen a la captura de los puestos y los presupuestos por intermediarios políticos que se han venido apropiando, cada vez más, de las instituciones públicas, para su propio beneficio.
Creemos que nuestra mejor herramienta para crear conciencia y enfrentar esas conductas que nos dañan, es la recuperación de la política, de la democracia y de los derechos que nos han sido secuestrados.
Creemos que no habrá un mejor gobierno, mientras la sociedad no se haga cargo de vigilar y acotar a los intermediarios.
Creemos que estas ideas deben multiplicarse por todo el territorio nacional y que la democracia no se consolidará, mientras siga confundiéndose con el reparto del poder.
Creemos sinceramente que Nosotros, todos, somos el poder, el Estado y la democracia.
Somos un movimiento social de oposición. Lo somos, porque no aceptamos que se nos impongan decisiones contrarias a nuestros derechos.
Porque no aceptamos que la corrupción siga siendo el combustible del sistema. No aceptamos que el Estado sirva para eternizar los privilegios y las castas.
No aceptamos que la democracia siga interpretándose como democracia de turnos, de quítate tú para que me ponga yo.
Porque no aceptamos que nadie, absolutamente nadie, se arrogue facultades para pisotear a los demás, en nombre de sus ambiciones, del poder o del dinero.
Por estas razones, simples y directas, gane quien gane en las elecciones del 2018, Nosotrxs seguirá siendo un movimiento social de oposición.
II.
Me hago cargo de que la frase: “vulneración sistemática de los derechos” amerita una explicación. Una explicación y un llamado a comprenderla, porque creo que en esa idea se sintetiza la filosofía y la convocatoria de nuestro movimiento.
Cuando alguien acude a un centro de salud o a un hospital público y obtiene una receta, no está pidiendo favores sino haciendo uso de un derecho constitucional que, a su vez, está pagado con dinero público: nuestro dinero.
Si a esa persona se le niega el acceso a los medicamentos, todos somos víctimas y todos tendríamos que cobrar conciencia de que lo mismo le pasará a quien siga en la fila y que esa cadena no se romperá, sino hasta que todos actuemos contra esa injusticia.
Cuando alguien es víctima de un delito, acude a denunciarlo y no pasa absolutamente nada, no es esa única persona la agraviada: somos todos. Y sucede que millones de personas han de conformarse con la negligencia o la corrupción de las ventanillas de atención del ministerio público porque, en efecto, en la gran mayoría de los casos no sucede nada.
Sigo: cuando vemos que casi dos millones y medio de personas –la gran mayoría mujeres—son maltratadas en sus derechos laborales y en su dignidad porque eligieron ser trabajadoras del hogar (por decisión o porque no tuvieron otra opción), y miramos a otro lado, contribuimos a que esa situación inaceptable se mantenga intacta.
¿Cuándo nos daremos cuenta de que esa forma de esclavismo es la misma que sufre la mayor parte de la población, de manos de quienes tienen las sartenes por el mango? ¿Cuándo entenderemos que pelear por ellas es, también, pelear por nuestra propia dignidad? ¿Cuándo asumiremos que sometiéndolas, nos sometemos a nosotros mismos?
Nos dolemos de la corrupción. Nos quejamos de los abusos que cometen los dueños del poder económico político y de la opacidad de gobiernos y partidos. Pero lo hacemos como si fuera cosa ajena, como si no fuera nuestro dinero. Y dejándolo pasar no hacemos sino convalidar la corrupción.
¿Qué ha pasado con la reconstrucción? ¿Por qué nadie acaba de darnos cuenta exacta de la forma en que las autoridades están afrontando la tragedia que derivó de los sismos de septiembre? Sabemos que una buena parte del dinero que debió emplearse para ayudar a los damnificados se ha gastado en otra cosa. Y sabemos que las instituciones encargadas de evitar que eso suceda no han cumplido su misión.
¿Quién puede asegurar a ciencia cierta que, cuando venga el siguiente terremoto –que vendrá, seguro– no le pasará nada? ¿Por qué no abrazamos a los damnificados de septiembre, por qué no nos involucramos en la forma en que los gobiernos están malgastando los dineros, por qué no nos unimos para evitar que las instituciones encargadas de combatir la corrupción acaben capturadas? ¿Hay que esperar acaso hasta que, literalmente, se nos caiga el techo encima?
III.
Cuando decimos que las causas de nosotros son, efectivamente, de nosotros, de todos nosotros en sentido literal, no estamos haciendo un juego de palabras. Millones de mexicanos estamos sometidos a esos agravios, millones padecemos por las mismas causas y, sin embargo, tratamos de enfrentarlas individualmente. O soñamos, acaso, en que los próximos gobiernos ahora sí nos salvarán; ahora sí serán buenos; ahora sí cumplirán con su deber. No es cierto. Y no lo es, porque la lógica de lo que estoy diciendo no es excepcional, es sistemática. No es cosa de unos cuantos, ni mucho menos de uno solo; es el corazón del régimen en el que vivimos.
Es verdad que hay batallas exitosas, pero aisladas; algunas organizaciones sociales y medios de comunicación que denuncian y en ocasiones ganamos las partidas. Pero no hemos logrado hacer conciencia sobre la importancia de exigir juntos el respeto de nuestros derechos.
¿Recuerdan el poema de Martín Niemöller? Vale la pena citarlo completo:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
“Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
“Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista
“Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
“Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.
¿Cuántos de nosotros somos trabajadoras domésticas? ¿Cuántos, damnificados? ¿Cuántos nos hemos quedado sin medicamentos? ¿Cuántos hemos hecho denuncias al ministerio público? ¿Cuántos hemos guardado silencio ante la opacidad y la corrupción de los partidos y ante la captura de las instituciones? ¿Qué estamos esperando para actuar juntos? ¿Que ya no quede nadie para decir nada?
Nosotrxs peleamos por la libertad. Pero no en abstracto, no peleamos por una libertad escrita en un papel, que nadie cumple y en la que nadie cree. No peleamos por una libertad que acaba destruida y sometida al poder o al dinero. No aceptamos que unos sean más libres que otros. No aceptamos una libertad prostituida. Nuestra concepción de libertad es diferente: es la libertad que se construye colectivamente, a conciencia y con las leyes en la mano. No aceptamos que mi libertad se agote donde comienza la tuya y mucho menos, cuando esa libertad se compra. Mi libertad comienza, en realidad, donde se une a la tuya. Y es mucho más libre, la tuya y la mía, cuando van juntas y se respaldan mutuamente.
Este es el ideal de nuestro movimiento. Por eso convocamos a la revolución de conciencias. Porque hemos comprendido que mientras sigamos tolerando que nos achiquen y no aprendamos a defendernos juntos, seguiremos convalidando un régimen caduco y seguiremos siendo víctimas y victimarios de nosotros mismos.
Ayúdennos, ayudémonos. Sumemos voces y voluntades para defendernos unos a otros, para que dejen de atropellarnos y para que dejemos, nosotros mismos, individualmente, de repetir el sistema egocéntrico que pavimenta y multiplica los agravios. Identifiquemos las causas que nos están haciendo daño, afirmemos nuestros derechos, formemos colectivos para hacer valer nuestra voz unida y vayamos, causa tras causa, colectivo por colectivo, a la revolución de conciencias que tanto necesita México. Todos tenemos tarea y nadie debe quedarse fuera.
Porque creemos en lo que decimos y porque nos falta un largo trayecto para modificar las circunstancias decadentes e injustas de México, aquí estamos y estamos en lo dicho.
Ni tú, ni yo, ni ellos. Nosotrxs.
Muchas gracias y muchas felicidades.