ENADIS 2017. CONAPRED

Discriminación y democracia

Por Cristopher Echenique (@Echenique_MX), integrante de Nosotrxs

Quien niegue que la discriminación está presente en la cotidianidad de los mexicanos, ya sea como víctimas o como victimarios, es, en el mejor de los casos, poco observador, sino es que un agente discriminador inconsciente. Para muestra basta voltear a ver los resultados de la última Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), que permiten reconocer la prevalencia de la discriminación y sus diversas manifestaciones en el país.

Lo que deja ver es que aún a finales de la segunda década del siglo XXI, existen millones de individuos a los cuales se les excluye por motivos como el sexo, la edad, origen étnico, apariencia, nacionalidad, preferencia sexual o por tener alguna discapacidad. Los resultados además, reflejan que somos una sociedad con intensas prácticas de exclusión y desprecio hacia ciertos grupos. Esta discriminación está fuertemente enraizada y asumida en la sociedad y se reproduce por medio de valores culturales.

La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (2003), define discriminación como: “(…)toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades.” Así mismo, los artículos 1º, 2º y 4º de nuestra Carta Magna están dedicados a garantías constitucionales en contra de la discriminación; sin embargo, una de cada cinco personas mayores de edad en México fue discriminada durante 2017, principalmente por motivos relacionados con su apariencia física.

Es importante reflexionar sobre los efectos de la discriminación en la vida de las personas pues éstos son altamente negativos y tienen que ver con la pérdida de derechos y la desigualdad en oportunidades para acceder a ellos; lo que influye en que las personas vivan en aislamiento y violencia. Los índices de discriminación están directamente relacionados con los de democracia pues según los resultados de esta encuesta, los prejuicios limitan derechos y el acceso a prestaciones básicas tales como la salud y vivienda.

El panorama de la discriminación en México empeora de forma alarmante si se amplía el rango a los últimos cinco años, cuando hasta un 23% de las personas encuestadas, señalaron que se les negó sin justificación algún derecho en ese periodo, principalmente atención médica o medicamentos, acceso a programas sociales e incluso ser atendidos en oficinas de gobierno. De ese universo, el grupo que mayoritariamente declaró que le fue negado al menos un derecho son las trabajadoras del hogar (39%), seguidas de las personas con discapacidad (30.9%), las personas indígenas (29.2%), las mujeres (25.8%), los adultos mayores (24.8%), quienes profesan alguna religión distinta a la preponderante (23.8%) y los menores de 30 años (15.7%). Esta encuesta reconoce a las trabajadoras del hogar como uno de los sectores más vulnerables. Más del 90% de ellas considera que su labor es poco valorado por la mayoría de la gente, 87.7% mencionó que no cuenta con prestaciones laborales y 57.1% de ellas dijo que se respetan poco o nada sus derechos.

La democracia y el ejercicio de la ciudadanía deben ser entendidos como elementos que trascienden el ámbito electoral e incluyen las prácticas, sentimientos y valores que experimentaban los individuos que confirman una sociedad y que se traducen en prácticas sociales determinadas. Desde la visión de la ciudadanía integral desarrollada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se define ciudadanía como: ‘un tipo de igualdad básica asociada al concepto de pertenencia a una comunidad, que en términos modernos es equivalente a los derechos y obligaciones de los que todos los individuos están dotados en virtud de su pertenencia a un Estado nacional […] un espacio sustancialmente mayor que va más allá del régimen político y sus reglas institucionales’.

Hablar de ciudadanía integral es considerar que la o el ciudadano de hoy debe acceder armoniosamente a sus derechos cívicos, sociales, económicos y culturales, y que todos ellos conforman un conjunto indivisible y articulado. En una democracia de calidad, el sistema legal es respetado y reconocido, ya que la ley se asume, entonces, como la mejor manera para establecer las reglas del juego y generar confianza ante la incertidumbre. Si las acciones de un gobierno se sujetan a los límites del Estado de derecho, los derechos humanos y civiles de las personas estarán protegidos; en ese sentido, el respeto a los derechos ciudadanos harán que un gobierno sea más aceptado.

En suma, la práctica de la discriminación está y seguirá muy presente en la sociedad mexicana. Por ello, la lucha contra ese flagelo no sólo depende de las leyes y autoridades, sino que recae en gran medida en la sociedad en su conjunto. Es imperativo conocernos de mejor manera, confrontar nuestra realidad y entender que la igualdad es el sentido fundamental y originario de la democracia. Somos una sola raza: la humana, y por lo tanto todas y todos merecemos gozar de los mismos derechos.

ENADIS 2017. CONAPRED
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Un nuevo sistema de creencias

Los grandes procesos de cambio político están acompañados de creencias colectivas.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Los grandes procesos de cambio político están acompañados de creencias colectivas. La dominación más eficaz no descansa solamente en el uso el poder —la capacidad de someter a los demás por efecto de la fuerza propia—, sino en la habilidad de convertir a los dominados en copartícipes de un conjunto de ideas que convierten su obediencia en convicción. En esto consiste la potencia de la democracia: en el hecho de que la mayoría de las personas que conviven bajo un mismo Estado le otorgan su confianza al gobernante y lo invisten de legitimidad; aceptan la dominación que otorgan.

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Fuente: El Economista

El mandato igualitario de AMLO

Tengo para mí que muchos votaron por López Obrador por lo que él simboliza: la ruptura con el pasado.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Tengo para mí que muchos votaron por López Obrador por lo que él simboliza: la ruptura con el pasado. Votaron en contra de los partidos tradicionales, incapaces de cumplir sus promesas y negándose a sí mismos para tratar de seguir en el mando. La gente entendió que el único candidato realmente independiente era AMLO y que votar por él era la forma más elocuente de castigar los abusos y los malos resultados.

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Nuestra democracia

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal 

Hace más de veinticinco años escribí:

“La vida independiente del país se ha desenvuelto sobre tres grandes tendencias que cobraron forma desde principios del siglo XIX, que acompañaron la instauración del liberalismo como ideología nacional y que han cruzado la historia de México hasta nuestros días: i) la tendencia a la definición de grandes proyectos políticos y económicos, concebidos por una élite, sobre una realidad social compleja y difusa; ii) la tendencia de los grupos políticos a concentrar el poder en una sola persona —la del presidente de la República, en la mayor parte de la historia mexicana— como núcleo de la capacidad de dominación del Estado, iii) la tendencia del propio Estado a ejercer su dominación más allá de los límites que establece la ley, lo que ha supuesto que las formas jurídicas pocas veces hayan coincidido con las prácticas políticas reales” (La democracia pendiente. Ensayos sobre la deuda política de México. FCE, 1993).

Cinco lustros más tarde, observo que nada ni nadie ha logrado romper esas tendencias. Aunque la palabra democracia se haya pronunciado siempre, su contenido sustantivo se ha subordinado a los imperativos del conflicto entre contrarios y a la disputa del poder entre un grupo de personas que, mientras lo han tenido, no han logrado establecer un grupo de reglas permanentes para afrontar los problemas principales del país mas allá de nombres propios y de coyunturas específicas. Hemos caminado de espaldas al futuro, mirando hacia los agravios del pasado.

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Saul Lopez

Contra la vulneración de derechos

Independientemente de los resultados de las elecciones, un movimiento político como Nosotrxs tiene mucho que hacer.

Por Paulette Dieterlen

Publicado originalmente en El Sol de México

Independientemente de los resultados de las elecciones, un movimiento político como Nosotrxs tiene mucho que hacer. En nuestro país, diariamente se vulneran los derechos humanos, tanto los políticos y civiles como los económicos y sociales.

Las violaciones a los derechos civiles y políticos se reflejan en la falta de seguridad que estamos viviendo. Cada día, de una manera creciente vemos que la violencia permea nuestro país. Candidatos a algún puesto de representación política han sido asesinados, los periodistas están continuamente amenazados y se les impide ejercer la libertad de expresión. Los ciudadanos “comunes y corrientes” somos sujetos a la coerción que ejercen los grupos delictivos. Prácticamente todos los mexicanos enfrentamos actos violentos de distinta índole. El primer deber del Estado, según la teoría política, es la garantía de la paz y de la seguridad de aquellos que habitan en su territorio. Un movimiento político ayuda, sin duda, a la ciudadanía ofreciéndoles a las personas vías de acceso a los distintos organismos para que, cuando exista una violación de los derechos, puedan reclamarlos y los distintos poderes tengan la obligación de repararla.

Además de la garantía de la paz y la seguridad, un movimiento como Nosotrxs, puede ayudar a que se exija el cumplimiento de ciertos derechos sociales y económicos.

Una gran cantidad de mexicanos viven en un estado de pobreza extrema. Algunos de ellos carecen de lo necesario para vivir, no pueden satisfacer sus necesidades básicas. Aunque los derechos a la educación y al trabajo se encuentran plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en la realidad falta mucho por hacer.

A pesar de los programas sociales, existen niños que no tienen recursos para obtener una educación adecuada. Esto se debe a dos clases de factores: subjetivos y objetivos. Mientras que los primeros se refieren a problemas que traen los niños que acuden a las escuelas como la desnutrición, por poner un ejemplo, los objetivos se deben a la carencia de escuelas, materiales educativos, y nula motivación para seguir estudiando.

Lo mismo sucede con la salud. La mayoría de las personas que están en un estado de pobreza extrema, tienen poco acceso a los servicios de protección de la salud. Por esta razón, con frecuencia el dinero que obtienen de los programas sociales les sirve para hacer “gastos de bolsillo” para comprar medicamentos, pagar consultas con los médicos y, en el peor de los casos, gastar en la atención hospitalaria.

El derecho al trabajo, en ciertos ámbitos no está regulado de una manera adecuada. Por ejemplo: el trabajo en el hogar. Existe un vacío respecto a su regulación. Se necesita un esfuerzo adicional para que los tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, exijan garantías para hacer válido esa clase de trabajo que, en algunos casos pone a los que se dedican a estos quehaceres, en un estado de servidumbre.

Éstos son algunos problemas. que aparecen en la agenda de Nosotrxs, finalmente un movimiento político de esta clase debe proporcionar una fuerza especial a la ciudadanía.

Fuente: POLÍTICO.MX

Los difíciles meses venideros

La contundencia de los resultados electorales anticipó el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

La contundencia de los resultados electorales anticipó el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Para todo efecto práctico, el presidente de la República —quien, por cierto, sigue siendo Enrique Peña Nieto— ha quedado desplazado de todas las agendas. Es el futuro titular del Estado mexicano quien está tomando ya las decisiones y moviendo los hilos del poder presidencial, acrecido por el caudal de legitimidad que acumuló y por la obediencia anticipada de buena parte de la clase política. El sexenio que está en curso durará seis años cinco meses.

Esta sucesión adelantada no es trivial. De entrada, invita a revisar el larguísimo periodo que media entre las elecciones y la toma de posesión formal del presidente. Un lapso diseñado para otra época y otras condiciones que hoy resulta francamente absurdo. Cuando el presidente López Obrador asuma oficialmente el cargo que ya ocupa no habrá sorpresas: buena parte de las reformas legislativas que habrán de desprenderse de las decisiones anunciadas ya estará en curso o incluso promulgadas; el gabinete que lo acompañará estará ya en pleno vuelo; y, con toda seguridad, el presupuesto del 2019 estará prácticamente diseñado. Al ocupar la tribuna del Congreso con la banda tricolor al pecho, el futuro presidente no hará un discurso inaugural, sino que rendirá su primer informe de gobierno.

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Fuente: Televisa

Tiempo de ajustar las velas

Los mexicanos acudimos a las urnas y elegimos a quienes pensamos serán las y los servidores públicos que mejor cumplirán nuestras expectativas para resolver viejos y nuevos problemas que nos aquejan.

Por Juan Carlos Foncerrada Berumen

Publicado originalmente en El Sol de México

Dos de Julio de 2018, fecha histórica en la vida política nacional. Los mexicanos acudimos a las urnas y elegimos a quienes pensamos serán las y los servidores públicos que mejor cumplirán nuestras expectativas para resolver viejos y nuevos problemas que nos aquejan. Ha concluido el tiempo de la retórica electoral y el de la expresión de opiniones encontradas, opuestas, contrarias, para convencer al otro de la mejor propuesta.

Terminó ya el tiempo de las ofertas de barata para convencernos de quién tiene más habilidad y compromiso para conducir el destino de la nación. Hemos decidido democráticamente quiénes habrán de tomar el timón y dirigir el esfuerzo colectivo. Es verdad, todos seguimos en el mismo barco, a nadie conviene que continúe haciendo agua y mantenga el rumbo extraviado. Ello, no solo depende del timonel, es también una tarea colectiva de quienes tripulamos esta embarcación que llamamos México. Aquí no hay cabida para pasajeros sin boleto. NOSOTRXS somos la tripulación porque prestamos algún servicio en la nave que nos resguarda. Es tiempo de tempestades y más vale que todos sepamos apreciar el esfuerzo colectivo para mantenernos a flote y rectificar el rumbo hacia aguas más quietas. Cada uno de NOSOTRXS tiene una función que repercute en el desempeño de los demás.

Es hora de ajustar las velas para aprovechar mejor el impulso de los nuevos vientos. Ha llegado la hora de NOSOTRXS, las y los ciudadanos. Haber salido a votar el domingo 1 de Julio es una manifestación masiva del genuino interés por participar en las decisiones públicas, de lo que a todos nos atañe como sociedad: mejorar el tiempo y el espacio que compartimos y nos une inexorablemente. Decidir quien estará a cargo del timón en los siguientes años resulta relevante, pero no sustituye las funciones del resto de la tripulación. Respetando las diferencias y el derecho a disentir, reconociendo la riqueza de nuestra pluralidad, emprendemos un nuevo rumbo en el que asumimos con responsabilidad tareas y obligaciones.

Es tiempo de cobrar conciencia que esta embarcación la hemos construido NOSOTRXS y que conducirla a buen puerto es una empresa que convoca a cada uno a dar lo mejor de sí. No se trata de exaltar las virtudes individuales, sino de reconocer que estas solo cobran sentido cuando se valoran en la acción colectiva. Exijamos al timonel de la nave destreza y habilidad en la conducción, pero hagámonos cargo que encontrar el rumbo estriba en NOSOTRXS.

Este fecha quedará marcada no por haber concluido la elección más grande de la historia, sino por haber iniciado un movimiento social imparable. Los mexicanos ya sabemos quién manda. No más relación entre gobernantes y gobernados. NOSOTRXS tenemos el poder y ellos, las autoridades que hayamos elegido, llegarán a sus cargos a cumplir con el mandato que les hemos dado: servir a los ciudadanos dentro del marco de la Ley y el cauce de las instituciones que, entre todos, hemos construido. No les hemos expedido un cheque en blanco.

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De changos, sapos y otra fauna

Era uno de los más queridos y recordados periodistas tabasqueños Isidoro Pedrero Totosaus, quien clasificaba a los integrantes de la clase política mexicana, en el último tramo del siglo XX, como sapos y changos.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Era uno de los más queridos y recordados periodistas tabasqueños Isidoro Pedrero Totosaus, quien clasificaba a los integrantes de la clase política mexicana, en el último tramo del siglo XX, como sapos changos. Los primeros llegaban de un salto repentino al lugar del que ya nadie podría moverlos, porque estaban dispuestos a soportar cualquier tormento a cambio de quedarse donde estaban; los segundos, trepadores, empleaban todas sus extremidades —incluyendo la cola— para impulsarse de una rama a otra cada vez más alta. Los sapos eran leales pero lentos y los changos ágiles, pero movedizos.

Apenas ha transcurrido una semana desde las elecciones y la clase política mexicana ya comienza a situarse alegremente entre los sillones del próximo gobierno, mientras el futuro presidente va anunciando poco a poco los nombramientos de quienes serán sus colaboradores principales. La cercanía, la lealtad y la amistad vuelven a brotar como las claves de esas primeras designaciones que han ido mezclando historias de vida muy distintas —desde la izquierda radical hasta la derecha intransigente del espectro político de México—, hermanadas solamente por el tronco fértil del ganador indiscutible de las elecciones. Los changos, que alguna vez fueron adversarios, han ido cogiendo ramas para colarse entre el follaje y se van multiplicando poco a poco, mientras que los sapos que saltaron antes de otros pisos van afirmándose entre las raíces pródigas del nuevo régimen.

La mecánica de esos nombramientos responde a la cultura política del viejo régimen, renovada, sin embargo, por el caudal de legitimidad que obtuvo el futuro presidente en las urnas y por los errores y el descrédito de buena parte de las dependencias y de los órganos autónomos que todavía gobiernan el país. He aquí la paradoja de la mudanza que ya está en curso: el mensaje inequívoco de cambio se confirmó el domingo 1 de julio como nunca, desde que México comenzó a emplear votos y no balas como medio para la asignación de los poderes públicos: cambiar todo lo que no ha funcionado y cambiarlo pronto. Pero las designaciones que se han venido dando han obedecido, repito, a la cercanía, la lealtad o la amistad.

Muchos nos hemos opuesto a la captura sistemática de los puestos y los presupuestos en nombre de esos criterios propios de sapos y de changos, según la clasificación del maestro Toto, no sólo porque privilegia la identidad del grupo por encima de los méritos republicanos, sino porque la legitimidad no es transferible. La captura y el reparto arbitrario de los puestos, las decisiones y la asignación de los dineros públicos entre allegados es, de hecho, la causa más importante de la corrupción. Y por eso es muy preocupante que la cultura de la identidad política individual y la obediencia hacia el líder comience a imponerse sobre el examen de la hoja de vida y los resultados entregados.

De seguir así, lo menos que puede pedirse al futuro presidente es que no desgaste su legitimidad propia otorgando nombramientos por razones que no se sostengan en las trayectorias limpias y eficaces de los designados y sin que haya contrapesos para evitar a tiempo sus posibles despropósitos. Impedir que el empleo público se convierta en un botín del grupo ganador es una de las deudas más relevantes de la democracia mexicana y uno de los cambios que deben exigirse desde luego al gobierno que vendrá.

Que nadie se sienta ungido por la influencia y la amistad, sino reconocido por sus méritos y consciente de la responsabilidad de servir a los demás; que no haya más intermediarios políticos a modo, sino funcionarios públicos republicanos, austeros y demócratas. Ni sapos ni changos, sino mexicanos y mexicanas de los que todos podamos sentirnos orgullosos.

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La necesaria oposición social

A partir del próximo 2 de julio, nuestro país entrará en una nueva etapa de su historia.

Por Jesús Caudillo

Publicado originalmente en El Sol de México

A partir del próximo 2 de julio, nuestro país entrará en una nueva etapa de su historia. Sin embargo, ello no ocurrirá por la sola llegada de un presidente electo, sino porque habrá necesariamente un reacomodo de las fuerzas políticas a partir de lo que ocurra en la elección presidencial. En ese sentido, vale recordar una premisa: el país no será transformado en automático y en el corto plazo, sin importar quien asuma el poder.

Las problemáticas más graves que vive México no tienen su origen únicamente en lo que haga o deje de hacer el presidente, en lo que se decida desde la administración pública, en lo que negocien los congresos y lo que fallen los jueces. De todos estos actores es necesario esperar el cumplimiento de su labor, pero con eso no basta.

La desesperanza hacia el futuro y la urgencia del cambio han marcado el proceso electoral que está a punto de terminar. Los mexicanos queremos que la realidad del país sea mejor, que los grandes problemas encuentren cauces de solución y que las oportunidades sean para todos. Pero los espacios públicos siguen sin llenarse de acciones colectivas orientadas a satisfacer estos deseos; a los responsables de lo público se les exige todavía de forma insuficiente.

Lo cierto es que, pasado el proceso electoral, los grandes problemas seguirán ahí: la inseguridad y la presencia del crimen organizado en amplias regiones de la geografía nacional, las pugnas en la relación entre México y su socio comercial más importante, los pendientes en el diseño institucional para acabar con la corrupción, las violaciones sistemáticas y cotidianas a los derechos humanos.

Aquellos que llegarán a ocupar los cargos públicos en los siguientes meses, ¿están preparados para enfrentar un contexto tan complejo? La historia reciente de nuestro país deja claro que los gobiernos tienen límites y su poder permite solucionar problemas públicos hasta cierto punto, pero al final del proceso ha faltado la presencia de la sociedad civil para evaluar, validar y legitimar sus acciones.

Los actores públicos de la etapa que está por comenzar tendrán que dar frente a tres problemas si buscan tener éxito en sus funciones. En primera instancia, la crisis de credibilidad hacia los gobiernos, los partidos políticos, lo público, la democracia. En segundo lugar, la crisis de representatividad ciudadana en el espacio público y en las instituciones. Y el tercero, la atrofia cívica que padece nuestro país, la más grave de estas enfermedades.

El año en curso, el 2018, y el proceso electoral que está por concluir, tienen que marcar el rompimiento con la usual ausencia de lo público de los ciudadanos. Los espacios públicos deben ocuparse con iniciativas comunes que busquen, sí, la transformación del país, pero también de aquellas que obliguen a rendir cuentas de forma transparente, en distintas dimensiones, a quienes ostentan los cargos públicos.

Este momento de la historia de nuestro país reclama la presencia de contrapesos al poder, de una verdadera oposición social que defienda nuestra democracia y a las instituciones como patrimonio común. Para eso está, para estará Nosotrxs.