Por Tine Aartun Sandersen, integrante de Nosotrxs
Este texto es parte de una serie de editoriales de Nosotrxs que delinean los complejos cambios ideológicos que América Latina ha experimentado en los últimos años.
En la última década y media Latinoamérica ha sido marcada por una ola de izquierda conocida como la Marea Rosa. De 1998 a 2014 candidatos de izquierda ganaron 22 de las 49 elecciones presidenciales. Con la excepción de México y Colombia, las principales economías de América Latina fueron gobernadas por figuras de liderazgo distintivas, como Chávez, Lula, Evo Morales, Rafael Correa y Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
La llegada al poder de estos gobiernos dependió de la democratización que tuvo lugar a partir de la década de 1980. Se puso fin a lo que habían sido décadas de dictaduras militares, se derrumbó junto con un proceso de reforma neoliberal, que contribuyó a la venta de empresas públicas, la privatización de sectores estratégicos y una amplia liberalización comercial. Como consecuencia, se generó una tendencia en la que élites económicas concentraron el poder a pesar del fortalecimiento de las instituciones democráticas.
La ola de izquierda es entendida como una reacción a la crisis económica de los 80, el despliegue de servicios públicos en los 90 y las limitaciones de una democracia de élites cada vez más cerradas. La democracia constitucional logró que movimientos sociales obtuvieran expresiones políticas abiertas. Se vio un fortalecimiento democrático a través de nuevos mecanismos de participación, pero con una centralización del poder político que prevalece sobre el poder económico.
A pesar de la recuperación, la tendencia de la izquierda parece ir hacia un final. Líderes como Kirchner, Rousseff y Evo Morales han sido relevados por candidatos de otro lado del espectro. Desde la década de 1980 cuando gran parte de Latinoamérica estaba gobernada por dictaduras militares, las tres principales economías del continente no habían estado en manos de líderes de derecha.
¿Cómo explicar esta transición? El giro no se debe a un mayor grado de confianza a la derecha. En cambio, el proyecto de izquierda ha fallado. La expansión de economías basadas en exportación de productos básicos ha desaparecido. La “Marea Rosa” coincidió con uno de los mayores booms económicos en Latinoamérica. Una vez que terminó el auge en 2012, el crecimiento económico se detuvo. Los bajos precios de los productos básicos han dejado finanzas públicas desechas, mientras la débil gobernanza y la corrupción han provocado profundas recesiones. Las políticas sociales tuvieron una intención real de combatir la desigualdad, sin embargo no han sido suficientes para mantener el poder.
Muchas personas de clase media ya no aceptan que viven en países en desarrollo. Cuando se presenta la imagen de un Brasil como una superpotencia y se observa la pobreza y la violencia que vive el país, la gente reacciona con incertidumbre ante la debilidad de su Estado. Esta insatisfacción no encuentra canalización en partidos tradicionales y nuevos discursos de derecha toman las reivindicaciones populares. La clase media conservadora en latinoamericana está dispuesta a sacrificar libertades colectivas antes de ceder sus ilusorios privilegios.
No quieren una igualdad social en la práctica cotidiana; eso significaría abandonar privilegios para ganar derechos. También ha habido menos tolerancia para la corrupción después de escándalos nacionales e internacionales. Los latinoamericanos nunca han tenido tan baja confianza en las instituciones políticas, y nunca antes han estado tan poco satisfechos con su democracia. ¿Qué hacer para recuperar la confianza y reconstruir una democracia que no polarice, sino que dialogue para la resolución de problemas públicos comunes?
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