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El destino incierto de los órganos autónomos

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Hay que aprovechar el debate abierto en torno del presupuesto que ejercen los órganos autónomos del Estado para discutir el papel que han de jugar en el país: su diseño, su conformación y lo que esperamos de cada uno de ellos. Nos debemos esa deliberación, pues de ella depende el tipo de régimen que necesitamos forjar para el resto de este siglo.

Decir que los órganos autónomos deben cancelarse porque cuestan mucho es una ligereza. Tan inaceptable como intentar diseñar el futuro a partir de las condiciones políticas actuales, pues no siempre habrá una mayoría tan amplia como la de ahora ni el presidente Andrés Manuel López Obrador gobernará más de seis años. De modo que nadie sensato querría congelar el resto de la historia en una especie de presente eterno, según el cual es innecesario contar con órganos electorales fuertes porque el gobierno ha prometido no hacer fraudes, o eliminar las comisiones de derechos humanos porque ha jurado respetarlos, o borrar del mapa el Sistema Nacional de Transparencia porque el jefe de Estado ha decidido encarnar esa política, entre un largo etcétera de situaciones que cambiarán inexorablemente en menos de seis años o quizás antes.

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