amlo

La participación ciudadana como acto de fe

Por: Francisco Robles

Este año se ha vuelto a poner de moda hablar de la participación ciudadana como una
herramienta para fortalecer la democracia de nuestro país. Sin embargo, como en aquella fábula
en la cual tres personas con discapacidad visual intentaban describir a un elefante basándose
únicamente en lo que percibían al tocarlo, cada quién sigue entendiendo a la participación
ciudadana, y a la propia democracia, como puede o como le dicen que debe entenderla.

En nuestro México siguen existiendo mecanismos deficientes que no hacen más que crear la falsa
percepción de que la opinión del ciudadano promedio realmente puede ser escuchada y que, de
una u otra forma, el poder sigue estando en las manos del pueblo como lo promete la etimología
de la palabra democracia. Pero la realidad es que llevamos años tropezando con las mismas
piedras. El hartazgo se ha ido acumulando y se ha agravado en los últimos meses con la frustración
de quienes salimos a votar en las elecciones pasadas en busca de algo, o alguien, diferente y nos
hemos topado con la triste realidad de ver pintadas las instituciones en otro color y poco más.

Es cierto que el ejecutivo federal ahora mantiene una relación más o menos directa con los medios
de comunicación y que eso ha permitido que gran parte de la población se mantenga informada
de sus actos y decisiones mediante sus ya famosas conferencias matutinas, pero dicha
comunicación resulta muy poco alentadora cuando revisamos el abrumador porcentaje de frases
falsas o engañosas que se han comunicado a la población en dichas conferencias.

Este gobierno nos ha vendido con la etiqueta de participación ciudadana votaciones a mano alzada
y encuestas realizadas sin rigor técnico o legal alguno que solo buscan legitimar decisiones
políticas ya tomadas y que no aportan nada de manera concreta a la construcción de una sociedad
realmente participativa y consciente de su rol en la vida democrática del país.

En Baja California, mi estado, seguimos en la incertidumbre de no saber cuánto tiempo
permanecerá en el cargo el Gobernador Bonilla porque, aunque lo elegimos para ser gobernador
durante dos años, aparentemente nuestro voto vale cada vez menos y ellos tienen la última
palabra.

A pesar de todo esto, y sin importar cuantos intentos de hacernos perder la fe siga haciendo la
clase política del país, debemos mantenernos firmes en la exigencia colectiva de derechos. No son
obsequios otorgados por el gobierno en turno, el anterior o el siguiente, son derechos que deben
ser respetados y exigidos de manera permanente para que no se les olvide.

Si los mecanismos de participación ciudadana que nos brinda el estado no son adecuados,
insistamos hasta que se perfeccionen. Si la rendición de cuentas no se cumple, alcemos la voz en
conjunto hasta que se nos escuche. Si nos dicen mentiras, evidenciemos a los mentirosos.

La participación ciudadana definitivamente es un acto de fe, pero debe dejar de ser una fe
centrada en que llegará un salvador a cambiar nuestro país. Debemos tener fe en que nuestras
acciones, las de todos, poco a poco, serán las que tracen el camino hacia un México con una
verdadera participación ciudadana y una democracia sana.

Etiquetas: Sin etiquetas

Los comentarios están cerrados.