A nivel mundial, la desigualdad en el acceso a recursos básicos como el agua potable, el saneamiento o la energía se profundiza con la emergencia climática, sobre todo, aunque no exclusivamente, en los países que a pesar de tener recursos naturales, son explotados y su riqueza se concentra en unos pocos.
El acceso a energía es vital para nuestras vidas, así como la forma en que ésta es obtenida en este sistema económico, lo que ha provocado un 60 por ciento de la emisión de gases efecto invernadero, los que nos han llevado a esta emergencia climática global, que pone en jaque nuestra propia sobrevivencia y la garantía de derechos básicos.
En la Península de Yucatán, la CFE declaró una emergencia debido a la sobredemanda del suministro en relación con la capacidad de producción, pues la zona, en pleno crecimiento poblacional, aumenta su consumo eléctrico por la necesidad de utilizar aire acondicionado debido a las altas temperaturas. El pasado domingo por ejemplo, Argentina y Uruguay amanecieron con un apagón masivo que paralizó las actividades de millones de personas.
A nivel mundial, el cambio de la matriz energética hacia fuentes de energía renovable es crucial para asegurar nuestra sobrevivencia. Las energías renovables han demostrado ser fuentes más baratas y creadoras de nuevos empleos, incluso sin subsidios gubernamentales. Aunque según el ‘Reporte anual de energías renovables, 2019’, alrededor del 18 por ciento del consumo eléctrico global en 2018, provino de fuentes renovables.
En particular, la energía eólica, que representa un 2 por ciento del total mundial, fue objeto de debate por las declaraciones de Victor Toledo, Secretario de Medio Ambiente, al declarar que “Necesitamos diseños tecnológicos, no de las gigantescas aspas que giran para atrapar el aire de los territorios indígenas, necesitamos generar tecnología (…) pero no seguir repitiendo el gigantismo y los macrodiseños”.
Más allá de “atrapar el aire de los territorios indígenas”, hay que entender que a la hora de implementar proyectos en países que vulneran los derechos humanos e impera la corrupción, los derechos de las comunidades en donde se han instalado estos generadores, han sufrido abusos, asesinatos, e imposiciones de intereses que responden a intereses de las grandes empresas. Es entonces necesario separar las implicaciones políticas de proyectos implementados a través del terror y la coacción, y los beneficios que pueda traer consigo esta fuente de energía.
Dinamarca, una de las potencias mundiales en generación de energía eléctrica por medio de turbinas eólicas, comenzó por la autogeneración de energía con pequeños aerogeneradores caseros y posteriormente, en la creación de cooperativas de generación eléctrica que obligaron al gobierno a legislar al respecto, obteniendo tarifas especiales que aseguran las pequeñas inversiones en el sector.
Desarrollar cooperativas de producción de energía eléctrica, como las mas de 2000 que ya existen en Europa, en donde las comunidades indígenas y habitantes de estas zonas participen y se beneficien directamente de sus recursos, con participación gubernamental o de capital individual privado tipo crowdfunding, podría ser una salida viable y justa, para potenciar las energías renovables. Para hacerlo posible se necesita, invertir eficientemente los recursos federales en innovación y tecnología, así como en el marco normativo adecuado para ello, en vez de concentrarlos en una polémica refinería. La redistribución de la riqueza es posible sin seguir dependiendo solamente de las energías fósiles ni entregarle ese potencial a empresas privadas o poniendo en riesgo nuestro futuro.
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