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Los Bartlett, entre impunidad y corrupción

Publicado en El Universal

Por Mauricio Merino

Mientras se siga confundiendo con la impunidad, la lucha contra la corrupción seguirá tropezando con los nombres propios y produciendo descalabros. Esta vez le tocó el turno de la gracia a Manuel Bartlett por su entrañable cercanía con el ciudadano presidente, como antes le cayó el peso de la ley a Rosario Robles, quien había traicionado al líder. Pero la lista de los peces gordos que nadan a placer por las aguas turbias del poder y eventualmente son retirados del acuario no solo es muchísimo más larga sino que es, de suyo, inagotable. Desde ese mirador, la corrupción será invencible en tanto no se entienda como un fenómeno sino como un delito, que puede ser castigado o indultado ad hominem.

Me explico: no basta con que el señor Bartlett se haya portado bien durante el primer año del sexenio para quedar a salvo de las acusaciones que se le formulaban. Ese argumento quizás sea válido para quienes son perdonados de todos sus pecados al abrazar la fe cristiana, pero no funciona para los servidores públicos. En todo caso, es probable que la pareja sentimental del ínclito haya heredado o amasado una fortuna licita durante los últimos veinte años y es probable, acaso, que sus hijos hayan sido geniales para hacer negocios sin la más mínima intervención del padre: la presunción de inocencia es un principio inalienable para todas las personas inculpadas. Pero lo que estaba en duda y sigue estando hoy, es el origen de esa fortuna que disfruta la familia Bartlett y no si el funcionario contribuyó a acrecerla a partir del 1 de diciembre del 2018.

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