Publicado en El Universal
Por Mauricio Merino
Hay que sacar la casta, porque los problemas del país son muchos y muy graves. Pero nos equivocamos cada vez que confundimos ese llamado con el sonido de los tambores de guerra. ¿De veras hay alguien que no los escuche? Sacar la casta, en estas circunstancias difíciles, no equivale a reunir armas ni a hacer trincheras para matarnos, sino a reconocer y enfrentar con inteligencia los problemas que nos hunden a todos. A todos, subrayo, porque nadie está salvo de la violencia creciente, ni del encono que produce la desigualdad acentuada, ni de las trampas que pone la corrupción.
Hay que sacar la casta para acallar el llamado a la guerra. Para oponerse a quienes la buscan en cada esquina y en cada conversación, inventando enemigos y dándose a sí mismos razones para justificar la embestida. Hay que asumir que el régimen político se ha vuelto un amplificador de las diferencias y que está siendo incapaz de construir rutas de acción consensadas para solucionar los problemas. El régimen, digo, no solo el gobierno. Distraídos por la obsesión del poder, los tomadores de decisiones no han logrado acordar nada que produzca una acción concertada y común. Todo es encono y disenso: a favor de la 4T o en contra de ella, como si todos supieran qué es exactamente la 4T.
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