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Que no se culpe a nadie

Publicado en El Universal

Por Mauricio Merino

Para Ludolfo Paramio.

Decidido a jubilarse, Ludolfo Paramio recibió un homenaje (mitad despedida y mitad reproche) en la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañón de Madrid, donde ha impartido clases y dirigido investigaciones durante más de tres décadas. Si no le cayeran tan mal, tendría que ser el primero de una larga secuencia de homenajes organizados en varios países, pues dudo que haya un profesor español vivo que haya sembrado tantos debates, afectos y vocaciones sociales en buena parte de América Latina como el muy querido, respetado e inefable Paramio. Ha sido, también, uno de los mayores y mejores ideólogos de la socialdemocracia europea de finales del siglo XX. El pensamiento crítico y la inteligencia política del joven Ludolfo Paramio estuvieron presentes, con tanta discreción como tino, en los años gloriosos del PSOE luego de la transición española a la democracia, con Felipe González y Alfonso Guerra al mando de un proceso que consiguió liberar a España del pozo en el que había caído con el franquismo y que, de paso, deslumbró al mundo.

Aquella suma de ideas y talento imantó también los cambios que estaban viviendo los países de nuestra región, unos, tratando de reconstruir las democracias que habían destruido las dictaduras militares y otros, como México, inventando la democracia que nunca tuvimos. Entretanto, Paramio aconsejaba por los pasillos internos del PSOE, redactaba los documentos centrales, formaba cuadros políticos y era una de las principales correas de comunicación entre los líderes del gobierno español y el mundo académico e intelectual de Iberoamérica. O para ser más precisos: de la izquierda democrática de nuestra región.

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