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El lado oscuro

La semana pasada dediqué este espacio a la necesidad urgente de recuperar el municipalismo abandonado, como una de las piezas que podrían encajar con éxito en la narrativa de cambio construida por el presidente electo.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

La semana pasada dediqué este espacio a la necesidad urgente de recuperar el municipalismo abandonado, como una de las piezas que podrían encajar con éxito en la narrativa de cambio construida por el presidente electo. Un tema que reclama toda la atención para liberar a las comunidades, los pueblos y los barrios de las ataduras de los intermediarios políticos de toda índole.

Los intermediarios: los validos, como se les reconocía antes, gozan de la confianza de los dueños del poder y la utilizan para intercambiar lealtades personales por canonjías y privilegios. Esos personajes que integran los aparatos políticos que se disputan puestos y dineros, echando mano de sus vínculos entre quienes necesitan algo y quienes pueden dárselo. El puente entre la formalidad y la informalidad política en la mayor parte del territorio nacional; los verdaderos operadores de la vida pública que, en ocasiones, ocupan cargos públicos, en otras se ostentan como dirigentes partidarios y en muchas más, simplemente operan desde sus propias organizaciones. Son también los profesionales de la captura de las instituciones y los beneficiarios principales de la corrupción del régimen.

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Viejas causas, nuevas oportunidades

Publicado originalmente en El Universal 

Entre las mudanzas que promete el próximo gobierno, hay espacio para recuperar propuestas democráticas que alguna vez tuvieron un lugar privilegiado en el país, pero que se abandonaron y se corrompieron; espacio para retomar viejos proyectos a la luz de la narrativa que ha venido construyendo el ahora presidente electo. Causas cuya lista es tan larga como su trayectoria histórica: municipalismo, sindicalismo, agrarismo, profesionalismo…

Cada una de esas causas comparte atributos que, a mi juicio,encajan perfectamente con las ideas que están en curso: provienen de la historia de las batallas democráticas de México frente a las oligarquías y los oligopolios; atañen al propósito de justicia igualitaria que —ojalá— está llamado a convertirse en el hilo conductor del próximo sexenio; reclaman un enorme esfuerzo para rescatarlas del desván de corrupción al que fueron recluidas; y representarían, de ponerse en marcha seriamente, un ariete en contra de las élites políticas y económicas que capturaron al país a través de sus intermediarios.

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Un nuevo sistema de creencias

Los grandes procesos de cambio político están acompañados de creencias colectivas.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Los grandes procesos de cambio político están acompañados de creencias colectivas. La dominación más eficaz no descansa solamente en el uso el poder —la capacidad de someter a los demás por efecto de la fuerza propia—, sino en la habilidad de convertir a los dominados en copartícipes de un conjunto de ideas que convierten su obediencia en convicción. En esto consiste la potencia de la democracia: en el hecho de que la mayoría de las personas que conviven bajo un mismo Estado le otorgan su confianza al gobernante y lo invisten de legitimidad; aceptan la dominación que otorgan.

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Fuente: El Economista

El mandato igualitario de AMLO

Tengo para mí que muchos votaron por López Obrador por lo que él simboliza: la ruptura con el pasado.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Tengo para mí que muchos votaron por López Obrador por lo que él simboliza: la ruptura con el pasado. Votaron en contra de los partidos tradicionales, incapaces de cumplir sus promesas y negándose a sí mismos para tratar de seguir en el mando. La gente entendió que el único candidato realmente independiente era AMLO y que votar por él era la forma más elocuente de castigar los abusos y los malos resultados.

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Nuestra democracia

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal 

Hace más de veinticinco años escribí:

“La vida independiente del país se ha desenvuelto sobre tres grandes tendencias que cobraron forma desde principios del siglo XIX, que acompañaron la instauración del liberalismo como ideología nacional y que han cruzado la historia de México hasta nuestros días: i) la tendencia a la definición de grandes proyectos políticos y económicos, concebidos por una élite, sobre una realidad social compleja y difusa; ii) la tendencia de los grupos políticos a concentrar el poder en una sola persona —la del presidente de la República, en la mayor parte de la historia mexicana— como núcleo de la capacidad de dominación del Estado, iii) la tendencia del propio Estado a ejercer su dominación más allá de los límites que establece la ley, lo que ha supuesto que las formas jurídicas pocas veces hayan coincidido con las prácticas políticas reales” (La democracia pendiente. Ensayos sobre la deuda política de México. FCE, 1993).

Cinco lustros más tarde, observo que nada ni nadie ha logrado romper esas tendencias. Aunque la palabra democracia se haya pronunciado siempre, su contenido sustantivo se ha subordinado a los imperativos del conflicto entre contrarios y a la disputa del poder entre un grupo de personas que, mientras lo han tenido, no han logrado establecer un grupo de reglas permanentes para afrontar los problemas principales del país mas allá de nombres propios y de coyunturas específicas. Hemos caminado de espaldas al futuro, mirando hacia los agravios del pasado.

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Fuente: POLÍTICO.MX

Los difíciles meses venideros

La contundencia de los resultados electorales anticipó el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

La contundencia de los resultados electorales anticipó el periodo de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Para todo efecto práctico, el presidente de la República —quien, por cierto, sigue siendo Enrique Peña Nieto— ha quedado desplazado de todas las agendas. Es el futuro titular del Estado mexicano quien está tomando ya las decisiones y moviendo los hilos del poder presidencial, acrecido por el caudal de legitimidad que acumuló y por la obediencia anticipada de buena parte de la clase política. El sexenio que está en curso durará seis años cinco meses.

Esta sucesión adelantada no es trivial. De entrada, invita a revisar el larguísimo periodo que media entre las elecciones y la toma de posesión formal del presidente. Un lapso diseñado para otra época y otras condiciones que hoy resulta francamente absurdo. Cuando el presidente López Obrador asuma oficialmente el cargo que ya ocupa no habrá sorpresas: buena parte de las reformas legislativas que habrán de desprenderse de las decisiones anunciadas ya estará en curso o incluso promulgadas; el gabinete que lo acompañará estará ya en pleno vuelo; y, con toda seguridad, el presupuesto del 2019 estará prácticamente diseñado. Al ocupar la tribuna del Congreso con la banda tricolor al pecho, el futuro presidente no hará un discurso inaugural, sino que rendirá su primer informe de gobierno.

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De changos, sapos y otra fauna

Era uno de los más queridos y recordados periodistas tabasqueños Isidoro Pedrero Totosaus, quien clasificaba a los integrantes de la clase política mexicana, en el último tramo del siglo XX, como sapos y changos.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Era uno de los más queridos y recordados periodistas tabasqueños Isidoro Pedrero Totosaus, quien clasificaba a los integrantes de la clase política mexicana, en el último tramo del siglo XX, como sapos changos. Los primeros llegaban de un salto repentino al lugar del que ya nadie podría moverlos, porque estaban dispuestos a soportar cualquier tormento a cambio de quedarse donde estaban; los segundos, trepadores, empleaban todas sus extremidades —incluyendo la cola— para impulsarse de una rama a otra cada vez más alta. Los sapos eran leales pero lentos y los changos ágiles, pero movedizos.

Apenas ha transcurrido una semana desde las elecciones y la clase política mexicana ya comienza a situarse alegremente entre los sillones del próximo gobierno, mientras el futuro presidente va anunciando poco a poco los nombramientos de quienes serán sus colaboradores principales. La cercanía, la lealtad y la amistad vuelven a brotar como las claves de esas primeras designaciones que han ido mezclando historias de vida muy distintas —desde la izquierda radical hasta la derecha intransigente del espectro político de México—, hermanadas solamente por el tronco fértil del ganador indiscutible de las elecciones. Los changos, que alguna vez fueron adversarios, han ido cogiendo ramas para colarse entre el follaje y se van multiplicando poco a poco, mientras que los sapos que saltaron antes de otros pisos van afirmándose entre las raíces pródigas del nuevo régimen.

La mecánica de esos nombramientos responde a la cultura política del viejo régimen, renovada, sin embargo, por el caudal de legitimidad que obtuvo el futuro presidente en las urnas y por los errores y el descrédito de buena parte de las dependencias y de los órganos autónomos que todavía gobiernan el país. He aquí la paradoja de la mudanza que ya está en curso: el mensaje inequívoco de cambio se confirmó el domingo 1 de julio como nunca, desde que México comenzó a emplear votos y no balas como medio para la asignación de los poderes públicos: cambiar todo lo que no ha funcionado y cambiarlo pronto. Pero las designaciones que se han venido dando han obedecido, repito, a la cercanía, la lealtad o la amistad.

Muchos nos hemos opuesto a la captura sistemática de los puestos y los presupuestos en nombre de esos criterios propios de sapos y de changos, según la clasificación del maestro Toto, no sólo porque privilegia la identidad del grupo por encima de los méritos republicanos, sino porque la legitimidad no es transferible. La captura y el reparto arbitrario de los puestos, las decisiones y la asignación de los dineros públicos entre allegados es, de hecho, la causa más importante de la corrupción. Y por eso es muy preocupante que la cultura de la identidad política individual y la obediencia hacia el líder comience a imponerse sobre el examen de la hoja de vida y los resultados entregados.

De seguir así, lo menos que puede pedirse al futuro presidente es que no desgaste su legitimidad propia otorgando nombramientos por razones que no se sostengan en las trayectorias limpias y eficaces de los designados y sin que haya contrapesos para evitar a tiempo sus posibles despropósitos. Impedir que el empleo público se convierta en un botín del grupo ganador es una de las deudas más relevantes de la democracia mexicana y uno de los cambios que deben exigirse desde luego al gobierno que vendrá.

Que nadie se sienta ungido por la influencia y la amistad, sino reconocido por sus méritos y consciente de la responsabilidad de servir a los demás; que no haya más intermediarios políticos a modo, sino funcionarios públicos republicanos, austeros y demócratas. Ni sapos ni changos, sino mexicanos y mexicanas de los que todos podamos sentirnos orgullosos.

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Consummatum est

Escribo a sabiendas de que este artículo verá la luz en las primeras horas del Día Después y con plena conciencia de que hoy, 2 de julio, habrá comenzado a escribirse otra página de la atribulada, conflictiva e impredecible historia de México.

Por Mauricio Merino, coordinador general de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Mientras escribo, confío en que a pesar de todo no haya sorpresas que rompan los frágiles equilibrios que todavía sostienen a México y que aún ofrecen alguna esperanza de organizar nuestra vida en común sobre la base de los principios que exige la palabra democracia. Confío en que las malas artes que se desplegaron antes y durante la jornada de ayer hayan sucumbido ante una ola imparable de votos libresy quiero creer que las autoridades electorales han sido capaces —y lo serán en los próximos días— de procesar esa voluntad con diligencia. Necesito creer que la vida del país será mejor a partir de ahora.

Sin embargo, he vivido entre libros y datos que me interpelan y convivo entre personas que, de un lado, celebran como si ya hubiesen ocurrido todos los cambios que tendrían que ponerse en marcha para alumbrar una nueva época y otras que, con devoción semejante, anuncian el caos y se preparan para la resistencia. No me siento cómodo con ninguna de ellas y no consigo situarme en ninguna de esas conversaciones. No soy partidario del pesimismo pero no consigo derrotar el escepticismo. Me gustaría moderar a quienes celebran y persuadir a quienes lamentan la llegada de esta mañana, pero ni unos ni otros escuchan. Son tantos los agravios, tantas las violencias, tantos los desencantos y tantos los desencuentros que las razones han tenido que cederle su sitio a las emociones.

Sumo las mías: nada podrá cambiar de un día para otro y nada podrá mantenerse intacto. Hace mucho aprendimos, con De Tocqueville, que ni siquiera las revoluciones que modifican la distribución del poder por las armas consiguen quebrar las inercias que están arraigadas en la cultura de un pueblo. Los que tienen prisa tendrán que tener paciencia y los enfadados con los resultados de esta mañana, tolerancia. Les guste o no, tendrán que seguir conviviendo y tendrán que ponerse de acuerdo, porque más allá de sus preferencias hay límites que no habrán cambiado los votos: cada quien tendrá que jugar un rol institucional mientras la nueva clase política del país —no sólo el presidente de la República— toma los mandos y asume la responsabilidad que le ha sido asignada.

En los próximos días habrá mucha bruma y quizás humo. Habrá que despejar la primera para descubrir poco a poco quiénes tendrán la mayor responsabilidad en los poderes legislativos y quiénes en los gobiernos locales, y prepararse para apagar cualquier fuego, venga de donde venga. A partir de hoy, será más urgente que nunca privilegiar la mayor de las cuatro virtudes: la prudencia, que no pide renuncia ni retroceso, sino sabiduría práctica para hacer. Nadie podrá solo y nadie debe abandonar la batalla, porque nos esperan tiempos difíciles. Quizás mucho más difíciles que los anteriores.

Todas las piezas del tablero político se han movido. En cambio, permanecen las causas que han generado las mayores violencias, la desigualdad y la corrupción. He ahí los enemigos vigentes el día después de las elecciones que no se rendirán a los resultados. Contra esas plagas tendrían que volcarse todas las energías, más allá de la posición que cada uno ocupe y a sabiendas de que el Estado es la organización política superior de la sociedad. No de unos cuantos, sino de toda la sociedad. Consummatum est.

elecciones

El antídoto contra el fraude

Aunque suene a lugar común, sigue siendo cierto que el antídoto más eficaz contra cualquier intento de fraude, pasado o futuro, es la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas.

Por Mauricio Merino, coordinador general de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Salir a votar libre y masivamente, sin miedo y sin someterse a ninguna presión, es el contrapeso más contundente a quienes hayan intentado o quieran torcer los resultados electorales. Contra la participación ciudadana consciente y pacífica no hay nada que pueda oponerse.

Los tramposos profesionales saldrán a hacer su trabajo. De hecho lo están haciendo desde hace meses. Cuentan con medios tecnológicamente sofisticados para anticipar escenarios en todos los distritos electorales y con recursos sobrados para comprometer votos a cambio de favores o de amenazas. Tienen mapas más o menos precisos sobre el comportamiento posible de los ciudadanos en cada sección y pueden otear, con el respaldo de sus expertos en informática y de sus empleados de campo, los riesgos que eventualmente podrían enfrentar, las secciones que reclaman más atención y los liderazgos de los que pueden echar mano o echar abajo. Si de algo saben las estructuras profesionales de los partidos políticos y si en algo han acumulado experiencia, es sobre ese conjunto de técnicas para medir resultados y tratar de modificarlos.

Con frecuencia, sin embargo, se neutralizan entre ellos. Uno de los efectos de las coaliciones es que potencian la capacidad de las estructuras profesionales de los partidos para llegar prácticamente a todo el país. Las tres coaliciones que compiten por la presidencia de la República tendrán representantes en casi todas las casillas electorales: verdaderos ejércitos de militantes y mercenarios que vigilarán más de 156 mil sitios donde se depositarán los votos el domingo siguiente, además de quienes ya están recorriendo los barrios, los pueblos y las comunidades para afirmar simpatías o desalentarlas, de conformidad con los datos que van recogiendo sus aparatos profesionales.

Es imposible saber cuántas personas estarán involucradas en esa movilización que se multiplicará durante esta semana, pero podría especularse que la cifra rondaría los dos millones de seres humanos, pagados o convencidos, que desde hoy se lanzarán a las calles para defender los intereses de sus partidos. Sin embargo, que lo hagan no significa que también votarán por ellos: cobrar por hacer un trabajo no equivale a estar persuadidos de sus bondades. Y, de hecho, no es raro que los operadores electorales prefieran votar en contra de sus banderías.

Con todo, será una semana difícil, pues a la movilización de los aparatos profesionales habrá que sumar la presión de los grupos que, al margen de los partidos, quieren hacer propios o quieren seguir dominando puestos y/o territorios. Y como ya es evidente, no todos lo hacen por vías lícitas ni pacíficas. Entre los más violentos, quienes vean amenazado el control de los espacios que ostentan como patrimonio privado, probablemente buscarán tirar la elección. Y quienes están habituados a contar con la obediencia de los electores en secciones ya controladas por medios públicos seguramente querrán cobrar los favores. A todos ellos los veremos actuar a diestra y siniestra en los próximos días y, en particular, entre el 27 de junio y el 1 de julio.

Pero ninguno puede controlar todo. Ninguno tiene medios para frenar la respuesta masiva de la gran mayoría de los mexicanos. Ninguno es tan poderoso como para inhibir el paso de la conciencia a la acción. Precisamente porque será la elección más grande que se haya registrado en toda la historia es que debemos prepararnos para imponerles a los violentos y a los tramposos el antídoto de la votación libre y masiva. Llueve, truene o relampaguee, hay que salir a votar el domingo siguiente y hay que votar como se nos pegue la gana. Que nadie se quede en casa.