“Papá, que haya otra página, que no termine la historia”, me dice mi hija de 3 años cuando escucha el final de algún relato. Con la inocencia de su edad, marca el rumbo de la siguiente página, acomoda los personajes e inventa la trama que debo seguir, y muchas veces me pone en serios aprietos.
El actual proceso electoral nos obliga a reflexionar en la página que sigue, después del 1 de julio. Ese día se realizarán las elecciones más importantes del siglo XXI. No sólo por los cargos en disputa: 18 mil 299. Entre ellos, la presidencia de la República, el Congreso de la Unión, 8 gubernaturas y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Habrá elecciones locales en 30 entidades y se renovarán mil 596 ayuntamientos. Más allá de las cifras, los resultados modificarán sustancialmente la geografía política en México y reconfigurarán el actual sistema de partidos.
Como no ocurrió en el 2000, en que hubo alternancia en la presidencia de la república, pero se mantuvo el modelo político-económico, no se desmanteló el régimen autoritario y se detuvo la transición democrática, ahora hay altas probabilidades de cerrar un ciclo de políticas y gobiernos neoliberales. La posibilidad de un cambio de régimen político, cobra mayores visos que hace 18 años.
Si situamos el inicio del proceso de transición en el movimiento estudiantil de 1968, está cumpliendo medio siglo. Si consideramos que inició con la profunda reforma política electoral de 1977, lleva cuatro décadas. Y si, tomamos como arranque la insurgencia cívica-electoral de 1988, cumple 30 años.
Más allá de la fecha, lo importante es vislumbrar los ámbitos en que se ha desarrollado: la movilización social, el espacio electoral, la participación en las urnas. Y en todo ello, la concurrencia de la sociedad civil como ariete para la reflexión, como generadora de propuestas e impulsora de cambios profundos: institucionales, normativos y de cultura política.
El movimiento navista en San Luis Potosí; la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo en Oaxaca; la resistencia cívica de los panistas en Chihuahua; los hombres y mujeres que se en 1985 se convirtieron en rescatistas y politizaron –en el mejor sentido de la palabra— la tragedia; la dinámica intensa y movilizadora de la izquierda, partidista y no; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 y los años subsecuentes; la observación electoral coordinada por Alianza Cívica en el 94. Y miles de ejercicios ciudadanos más a lo largo y ancho del país, se concatenaron con al quehacer partidario que pugnaba por la transición democrática.
Pero, en el 2000, la ciudadanía pareció haber concluido su tarea y dejado el ejercicio de gobierno a los políticos profesionales. Vicente Fox frivolizó la institución presidencial y los partidos homogeneizaron prácticas viciosas y no estuvieron a la altura del reto de construir instituciones democráticas, con justicia social y participación ciudadana.
Hoy, se presenta otra oportunidad de un cambio sustancial en el país. Pero nuestra tarea no se puede limitar a depositar un voto en las urnas. Ni la emisión del sufragio, ni la movilización social, ni la participación activa de la sociedad civil, son el corolario de la democracia, sino apenas su inicio.
No dejemos la tarea a una clase política que ha mostrado su fracaso. Defendamos los espacios conquistados por la ciudadanía y recuperemos las instituciones que nos han secuestrado. En esta tarea Nosotrxs, como movimiento nacional, está obligado a no cejar en su lucha, ha convertirse en el articulador de la búsqueda de soluciones a las causas que lastiman a la sociedad mexicana; en el actor que exige a las autoridades, que se une a otros movimientos que expresan la diversidad y pluralidad del país, que empuja cambios y que está dispuesto a la construcción activa, crítica, reflexionada, de la siguiente página de la historia de México.
Que haya una intensa movilización social y una creciente participación de la sociedad civil. Y que, con el conjunto de la ciudadanía, empujemos a una actuación comprometida y ética de gobernantes y legisladores. Que sea esa y no otra, la siguiente página que escribamos para nuestros hijos.
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